Empieza el día comiéndote un sapo
Hoy voy a tratar dos técnicas que, bien empleadas, pueden aumentar tu productividad de forma exponencial.
Se trata de la Regla de los dos minutos y la de Comerse un sapo.
Yo las empleo de forma sucesiva. Es decir, comienzo mi jornada laboral con La regla de los dos minutos y, acto seguido, continúo desayunando un sapo.
La primera regla es fácil: si una tarea te va a ocupar menos de dos minutos, hazla inmediatamente. Estoy hablando de contestar un correo, convocar una reunión o hacer una llamada telefónica (ojo con esto último, que hay interlocutores que viven por y para el teléfono). La ventaja de esta regla es que te quitas de enmedio un montón de tareas que, conforme se desarrolla la jornada laboral nos van a costar más realizar y que, incluso, podemos olvidar. Además, el comenzar el día con este tipo de tareas cortas y ágiles, nos sirve para «calentar» para enfrascarnos en la siguiente técnica: comernos el sapo.
Tendemos a dejar para más tarde aquello que nos desagrada. Poco a poco vamos posponiendo la tarea y, al final, nos pilla el toro y debemos realizarla deprisa y corriendo, lo que no es lo más acertado pues podemos cometer errores. Por eso, lo mejor es coger el toro por los cuernos y, después de habernos desperezado con la regla de los dos minutos, empezar con la obligación que menos nos apetezca, o que más difícil sea de realizar. Al poco, nos la habremos quitado de enmedio y afrontaremos el día con más ganas. El nombre de esta técnica se deriva del refrán inglés Si empiezas el día tragándote una rana viva, el resto del día te parecerá mejor.
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