¿Invadirá Trump Groenlandia?

Nadie niega que Donald Trump es un tipo complejo. Su histrionismo, su forma tan directa de expresarse (sin filtros) y sus malos modales son legendarios. Pero hay que saber diferenciar entre la persona y el personaje. Y ese es el problema, no se puede creer literalmente lo que dice Trump; hay que saber leer entre líneas y encontrar el verdadero efecto que este político busca con sus palabras.

En las últimas semanas, Trump ha soltado varias perlas relativas a su intención de anexionarse Groenlandia y el Canal de Panamá. ¿Nos lo debemos tomar en serio o hay alguna otra intención en sus palabras?

Imagen generada con la IA Grok (X.com)

Empecemos con Groenlandia. Este territorio danés goza de un alto grado de autonomía. De hecho, con respecto a Groenlandia, Dinamarca retiene tan solo el control de los asuntos exteriores y de defensa. Del mismo modo, Groenlandia recibe una aportación anual de Dinamarca que se irá reduciendo gradualmente conforme la isla genere ingresos con la explotación de sus recursos naturales. Este hecho es visto en muchos foros como un proceso para alcanzar la plena independencia del territorio.

¿Cual es el problema entonces? Por un lado, Groenlandia esconde en su subsuelo una gran cantidad de recursos naturales. Por otro, el deshielo ártico está descubriendo nuevas rutas marítimas por cuyo control pugnan —además de los países limítrofes con este océano— Rusia, China y, por supuesto, los Estados Unidos de América.

El amigo Trump busca evitar que tanto los recursos naturales de Groenlandia como el control de las rutas marítimas en el Ártico caigan en poder de China y Rusia. La amenaza de invadir Groenlandia hay que interpretarla como un toque de atención, no solo a Dinamarca, sino a la Unión Europea y a la OTAN para que se pongan las pilas y no permitan que se pierda el control sobre tan importantes recursos.

En cuanto a Panamá, pasa lo mismo. Trump quiere asegurarse de que el gobierno del país centroamericano no cae en la tentación de ceder ante la influencia Ruso-China que podría comprometer el tráfico marítimo entre el Atlántico y el Pacífico.

Si Trump fuera un personaje menos mediático, probablemente estos asuntos bajarían de prioridad en las agendas de los países implicados, pero su histrionismo y sus amenazas mueven el saco de los ratones y obligan al resto del mundo, cuando menos, a levantar las orejas.

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