¿Son seguros los cables submarinos que transportan datos?

 

En los tiempos de la wifi y de las redes móviles de nuestros smartphones, el hecho de conectarnos a Internet nos parece algo tan natural como pellizcar la pared y que se encienda la luz de nuestro salón. Somos conscientes —al menos algunos— de que la electricidad proviene de los distintos tipos de centrales eléctricas. Sin embargo, si le preguntamos a cualquiera de donde salen los bits de los que disfrutamos en nuestros dispositivos, me temo que la respuesta se parecerá mas a un encogimiento de hombros que a una afirmación. Si acaso, alguien asociará el servicio de Internet que recibe a un cable de fibra óptica que le enchufó en su hogar su proveedor.

No obstante, hay un fuerte componente físico en la Internet de la que disfrutamos que puede sufrir daños. Tal cómo suele decir Conan el Bárbaro, «si sangra, puede morir». ¿A qué me estoy refiriendo? Pues, nada más y nada menos, que a los cables submarinos que cruzan entre otros el Atlántico y el Pacífico y por donde fluyen terabytes de información. Este componente físico es, al mismo tiempo, una vulnerabilidad del sistema.

Para empezar, la mayor parte de los cables nacen en los Estados Unidos y se reparten en dos grandes rutas: la ruta atlántica y la ruta del Pacífico. Esto es así porque los principales centros de datos se encuentran en Norteamérica. Y, aunque parezca mentira, cada vez que desde tu dispositivo te conectas a un servidor que se encuentre en Asia o en América, el tráfico se va a realizar, sí o sí, a través de estos cables. Además, estos cables no solo transportan datos públicos, sino comunicaciones cifradas de bancos, países o de estructuras internacionales de seguridad como la OTAN. Por lo tanto, la integridad de estos es fundamental para el funcionamiento de Internet. Dicho esto, podemos definir dos tipos de amenazas que afectan a la supervivencia y al buen funcionamiento de los cables submarinos: una amenaza física y otra digital.

World map of submarine cables

Mapa de cables submarinos en 2007

Rarelibra, Public domain, via Wikimedia Commons

Amenaza física

Un terremoto submarino, un pesquero que arrastra sus aparejos en una zona de paso por los cables o cualquier otro tipo de accidente puede cortar de raíz o, cuando menos, degradar las comunicaciones entre continentes; también, los cables pueden deteriorarse debido a defectos de fábrica. Estaríamos en un escenario en el que el problema tendría causas naturales o accidentales. Sin embargo, de la misma manera, la amenaza podría provenir de actores interesados: una potencia hostil, una organización terrorista o un competidor que quiera aumentar su cuota de mercado en el negocio del cableado submarino.

Amenaza digital

Para hacer daño, no siempre es necesario un ataque físico. A veces, puede ser más rentable explotar la información que viaja por esos cables. Ya hemos visto que por ellos se transporta un alto porcentaje de datos. Pinchar los cables, corromper la información o inyectar malware constituye una amenaza incluso mayor que un apagón informativo.

Conclusiones

La seguridad completa no existe. Las amenazas están ahí y hay que conocerlas para poder contraponer medidas que dificulten un ataque o mitiguen los efectos de estos. Aunque el despliegue y el sostenimiento de estas infraestructuras esté en manos privadas, es obligación de los gobiernos y de los organismos internacionales establecer protocolos de seguridad de obligado cumplimiento y vigilar su desempeño. Así mismo, deberían desarrollarse planes de contingencia y definir sistemas redundantes que faciliten la resolución de un incidente en caso de que este se produzca.

Quiero creer que esto ya se hace pero ¿quién sabe?

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