Lovecraft y España

La semana pasada os prometí hablaros de la relación que tenía Lovecraft con nuestro país y la visión que tenía de los españoles. Los mitos de Cthulhu forman ya parte del acervo cultural universal y, no solo HPL, sino otros artistas que practican disciplinas culturales distintas a la literaria se han acercado a nosotros. Por ejemplo, el guitarrista Ben Woods dirige un proyecto llamado FLAMETAL donde versiona éxitos del Heavy Metal con guitarra flamenca. Entre sus trabajos, puedes encontrar una muy buena versión de The call of Ktulu de Metallica que puedes escuchar pulsando aquí.

Imagen de H. P. Lovecraft, tomada en junio de 1934 por Lucius B. Truesdell.

Lucius B. Truesdell, Dominio público, via Wikimedia Commons

Volviendo al amigo Lovecraft, todos sabéis que era un tremendo racista. Para él, todo lo que no fuera anglosajón o ario era decadente e inferior. En muchas de sus cartas y en bastantes relatos constatamos su desprecio por italianos, negros, judíos y mongoloides (término con el que designaba a los asiáticos en general). Los españoles, por el hecho de considerarnos latinos, no salimos muy bien parados.

En el anterior post vimos como en uno de sus sueños participaban vascones e hispanorromanos. El carácter belicoso de los primeros y el estado de romanización de los segundos no nos dejan en mal lugar. Sin embargo, en El horror de Red Hook, ya nos mete en el saco de los inmigrantes peligrosos al describir el barrio que da nombre al relato: «La población es una mezcolanza y un enigma irremediables: en ella chocan entre sí componentes sirios, españoles, italianos y negros, a no mucha distancia de los cinturones escandinavo y americano». Añadiendo: «Los delitos evidentes son tan variados como los dialectos locales, y abarcan desde el contrabando de ron y la entrada clandestina de extranjeros, pasando por los diversos grados de depravación y oscuro vicio, hasta el asesinato y la mutilación en sus formas más horrendas».

En su relato Aire frío, tenemos dos personajes españoles, uno estereotipado —como la española que regenta la pensión donde se aloja el protagonista— y, otro culto y educado: el Doctor Muñoz.

Como buen británico (Lovecraft se consideraba inglés a pesar de haber nacido en Estados Unidos), HPL se jacta de las victorias de su país. Así, en El caso de Charles Dexter Ward nos cuenta que «el cañonero de Su Majestad Cygnet capturó tras corta persecución a la chalana Fortaleza, de Barcelona, España, al mando del capitán Manuel Arruda». Curiosamente, esta nave transportaba momias egipcias. Pero el tiro le salió por la culata al captor, ya que «El vicealmirante Court, de Newport, no sabiendo qué hacer ante la naturaleza de aquel cargamento, que, si bien no podía ser calificado de contrabando, tampoco se atenía, por el secreto con que era transportado, a las normas legales, dejó a la chalana en libertad».

No se olvida Lovecraft de los restos de nuestro imperio en América cuando en muchos de sus relatos se realizan transacciones pagadas con oro y plata españoles, acuñados en siglos pasados.

Pero si hay un objeto que marca la obra de Lovecraft, este es el Necronomicón escrito por el árabe loco Abdul Alhazred. Pues bien, la versión en latín de este libro (traducida por Olaus Wormius) se imprimió en España en el siglo XVII. Solo por eso, ya merece la pena leer a Lovecraft.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Libros que leo: Team of Teams de Stanley McCrhystal

Fraudes que leo: La supraconcienca existe del Dr. Manuel Sans Segarra.

Es peor oxidarse que quemarse