Gladiator II: Una secuela prescindible

Lucio Vero, hijo de Lucila y Máximo, exiliado de Roma, tras ser vencido en una batalla y perder a su esposa, acaba combatiendo como gladiador en al Coliseo de Roma. Este es el argumento de la segunda parte de Gladiator. Una película, a mi juicio, totalmente prescindible.

¿Por qué digo esto? Para empezar, la película original acaba con una trama cerrada; no era necesaria una segunda parte. Dos, la película es espectacular pero aburrida: carece de la épica y de la complejidad argumental de la primera. Falta épica, los actores son insulsos o —como en el caso de los emperadores Geta y Caracalla— demasiado histriónicos.

El film empieza con unos títulos de crédito en el que se han cogido escenas de la primera parte y se les ha pasado por un filtro para que parezcan dibujos animados. Es algo cutre y poco original. La batalla que causa la muerte de la esposa de Lucio y su apresamiento es espectacular pero falta de épica. La evolución de Lucio hasta que se convierte en el líder de los gladiadores no tiene garra. No tiene carisma y, a lo más que llega, es a repetir sin venir a cuento el lema «Fuerza y honor».

En cuanto a los efectos especiales, me da la impresión de que se emplean para ocultar las carencias de la película. La pelea con los monos salvajes (sale en el trailer) no aporta nada; el jinete sobre el rinoceronte es más propio de una película de Warcraft que de una de romanos y la batalla naval o naumaquia al final de la película es solo espectacular pero no engancha.

En cuanto a los actores se habla mucho de la interpretación de Denzel Washington: no es para tanto. Se pasa la película sonriendo y presumiendo de dentadura, aunque no haya motivos para sonreír. Lo que pasa es que en el país de los ciegos, el tuerto es rey.

En resumen, no pierdas tiempo y dinero. Si tienes nostalgia, ponte la original.

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