Piensa el ladrón...

España guarda en su acervo cultural un tesoro de valor incalculable que nada tiene que envidiar a cualquier obra o compendio filosófico. Se trata de nuestro refranero. Es difícil encontrar un problema, situación o fenómeno meteorológico que no este recogido de una u otra manera en el mismo.

Cuando se habla de liderazgo y relaciones personales, podemos encontrar ejemplos negativos y positivos. En el caso que nos ocupa hoy vamos a tratar de un ejemplo negativo que identifica a muchas personas de las que denominamos tóxicas. El refrán en cuestión es el siguiente: «Piensa el ladrón que son todos de su condición».

Este refrán nos muestra la tendencia que tienen algunas personas a proyectar sus propias cualidades negativas en los demás. Este hecho es relevante tanto en entornos de liderazgo como en entornos familiares, ya que puede tener consecuencias significativas en las relaciones y en la toma de decisiones.

En el salvaje mundo del liderazgo, esta tendencia a proyectar nuestras inseguridades y desconfianzas puede convertir cualquier oficina en un campo de batalla emocional. Un líder que piensa que todos son tan astutos y tramposos como él mismo está destinado a crear un ambiente de trabajo tan tóxico como un vertedero químico. La confianza y la colaboración se evaporan más rápido que el agua en el desierto.

Y no nos olvidemos de las encantadoras dinámicas familiares. ¿Quién no ha experimentado la alegría de un malentendido alimentado por la inseguridad o la codicia? Es como una receta perfecta para el desastre familiar. Con un toque de paranoia y un puñado de egoísmo, ¡listo, tienes un cóctel explosivo de conflictos familiares que harían palidecer a los dramas de televisión más exagerados!

Y ahora, para hacerlo aún más interesante, agreguemos un poco de I Ching (que, al cambio, podríamos considerar también una suerte de refranero chino) a la mezcla. El hexagrama 6, también conocido como “El conflicto”, nos muestra el caos que puede surgir cuando la desconfianza y la falta de comunicación se apoderan de las relaciones. ¿La solución? Comunicación abierta y confianza mutua, como si fuera tan fácil como pedir un café en la cafetería de la esquina. Pero ¡hey!, al menos ahora sabemos que reconocer nuestras propias sombras es el primer paso para evitar que el mundo se convierta en un campo de batalla sin fin.

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