Ejemplaridad y liderazgo

Yo que he establecido esta justa ley, ¿voy a infringirla porque vaya contra mí? Estoy obligado a observarla antes que los demás.

Con esta cita nos cuenta Marco Polo la reacción del rey de la región de india de Maabar al serle requerido el pago de una deuda por un acreedor. La tradición disponía que si un acreedor no era correspondido por su deudor podía, al encontrarse con él trazar un círculo alrededor. El moroso tenía prohibido salir de dicho círculo si antes no resarcía su deuda. Y esto fue lo que le pasó al rey que, a pesar de su poder, decidió cumplir la ley que el mismo había dictado ganando fama de justo.

La anécdota sirve como reflexión sobre el valor que tiene el la práctica del ejemplo por parte del líder. Al contrario de lo que muchos piensan, dar ejemplo no solo significa ser capaz de hacer aquello que se manda, sino compartir con los miembros del equipo las mismas penalidades y someterse a las mismas reglas del juego.

Un jefe que no cumple el horario, que abusa de los privilegios de su cargo o que se aísla de su equipo no es un líder. El tirar de galones sirve para que las cosas se hagan, pero no sirve para que se hagan bien. Sin embargo, cuando el equipo percibe que su jefe se somete a sus mismas condiciones, su motivación es mayor porque ve entiende que que su jefe, a pesar de encontrarse en un nivel de autoridad superior, es uno más del equipo. De esta manera, no solo se consigue que los objetivos se cumplan bien, sino que, además, se realicen como le gusta al jefe.

Por otro lado, cuando se conocen —porque se han sufrido— las condiciones de vida de los subordinados, es más fácil distribuir las tareas y el esfuerzo de forma óptima obteniéndose mejores resultados.

Así pues, ya sabéis, si queréis que vuestros equipos funcionen, dad ejemplo.

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