Obsolescencia laboral ¿Nos robarán las máquinas el trabajo?

Influencers, youtubers o social media managers son palabros que hasta hace unos años no existían. Sin embargo, ahora son considerados oficios respetables. Si hace unos lustros te cuentan que una chica puede convertirse en millonaria subiendo fotos a Internet con la ropa que le regalan marcas de prestigio, tacharías de loco al profeta. No digamos ya de aquellos que se forran retransmitiendo sus partidas del videojuego de moda o publican tutoriales sobre cualquier tema que te puedas imaginar.

Todo esto viene a cuento porque, de forma periódica aparecen titulares en la llamada «prensa seria» alertando sobre los empleos que tal o cual tecnología va a eliminar. Y no es mentira. Yo, por ejemplo, hace años que no visito la taquilla de una estación o una agencia de viajes para adquirir un billete. Lo hago por Internet. Parece una tendencia que todas aquellas tareas que se puedan automatizar serán realizadas por máquinas.

Para colmo, los últimos avances en inteligencia artificial también hacen temblar los cimientos de empleos como el de corredores de bolsa o los departamentos de recursos humanos. Incluso el mundo del arte siente el peligro de algoritmos como DALLE·2 (del que ya hemos hablado aquí), que son capaces de generar imágenes en base a una descripción.

Parece que la tecnología ha venido a sustituir al ser humano pero ¿realmente es así? Mi opinión es que no.

¿Desaparecerán las peluquerías?

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A lo largo de la historia, la tecnología ha facilitado la labor del ser humano, cuando no lo ha sustituido en las labores más penosas. Mirad una cosechadora en el campo. Antes de su invención, miles de personas hincaban el lomo de sol a sol para recoger los cereales de la tierra. La producción también se ha optimizado. Hasta que se inventó la imprenta, los libros eran un artículo de lujo. Después de su invención, los amanuenses desaparecieron, pero se generó toda una industria que no solo producía libros, sino periódicos o revistas. Apareció la prensa escrita. Siendo más prosaico, la artesanía es cara. Sin procesos industriales de escala, no te podrías permitir tener una sencilla vajilla en tu casa, ni siquiera reponer un vaso que se te rompiera. Los artesanos son una industria con un nicho de mercado basado en productos de lujo. No han desaparecido. Sin embargo, muchas personas trabajan en la fabricación industrial de objetos de uso cotidiano, sin hablar de los empleos relacionados con la distribución de estos y su posterior comercialización.

Lo que quiero explicar es que no hay que tener miedo de la tecnología. Desaparecerán empleos y se generarán otros nuevos. Muchos de ellos, ni siquiera podemos imaginarlos. Ya hay gente a la que pagan por divertirse: los jugadores profesionales de videojuegos. Quién sabe si dentro de unos años nos pagarán por viajar o por comer en un restaurante regentado por máquinas.

Mientras llega ese futuro, no perdamos el norte, sigamos formándonos, adaptémonos a los nuevos entornos de trabajo y no nos aferremos a un pasado que, como ha ocurrido siempre, está condenado a desaparecer.

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