Una enseñanza de Gladiator sobre liderazgo

 

A veces hago lo que deseo hacer. El resto del tiempo hago lo que debo.

Cicerón a Máximo en Gladiator de Ridley Scott.

Gladiator, la genial película de Ridley Scott, es famosa, entre otras cosas, por frases como «A mi orden, ira y fuego» o «Fuerza y honor». Sin embargo, la cita con la que empieza este post ha pasado bastante desapercibida. Y es una pena porque en ella podemos encontrar grandes lecciones sobre liderazgo, lealtad y vocación de servicio.

LEG IIII Flavia Felix

Estandarte de la Legión Félix de la cual Máximo es general.

Fuente: CatMan61, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons

El contexto de la frase es el siguiente: el emperador Marco Aurelio le pide al general Máximo que, a su muerte, tome las riendas del imperio y lo devuelva a los ciudadanos en forma de república. Abrumado por las dudas, se retira a su tienda a descansar y a meditar. Cicerón, que hace las veces de asistente o de ayuda de cámara, está recogiendo su armadura mientras Máximo se pone cómodo. Es en este momento cuando el general le pregunta a Cicerón si es feliz con lo que hace. Y la respuesta ya la conocemos.

Máximo, un general romano llamado a las más altas cotas de la gloria, no tiene reparos en plantear un dilema moral a un subordinado, a alguien que en el escalafón está muy por debajo de él. Sin embargo, Máximo ha entendido que alguien cuya labor es servir debe comprender muy bien el dilema al que se enfrenta. Marco Aurelio le ha pedido que preste un último servicio a Roma. Un líder seguro de sí mismo no tiene problemas en preguntar al que sabe. Ni su autoridad ni su prestigio se verán mermados ni un ápice. De hecho, al principio de la película le vemos combatir con su legión y, después de la batalla compartir la vida de campamento con sus soldados, los cuales le veneran.

Podemos ver que Máximo ejerce un liderazgo basado en la confianza. Confía en sus hombres porque los aprecia y los conoce. A cambio, estos le son leales hasta la muerte. ¿Cuantos jefes, directores y demás cargos son capaces de bajarse del pedestal y preguntar a los que trabajan por debajo suyo?

En el otro extremo nos encontramos a Cicerón. Este podría haber buscado el camino fácil y haber contestado cualquier nimiedad. Pero por lealtad a su jefe le responde con sinceridad. No siempre hace lo que quiere, está sometido a sus deberes. El tono en el que lo dice no es de lamento o descontento. Simplemente informa a su jefe de que tiene muy claro que el deber está por encima de otras ambiciones personales. En un mundo en el que pesan más los derechos que las obligaciones, las palabras de Cicerón constituyen una gran lección. Además, en el contexto de la película queda claro que entiende que su jefe quiere una respuesta clara, no una simple confirmación de lo que desea oír.

Causa tristeza que una frase tan profunda haya quedado relegada al olvido cuando encierra tanta sabiduría.

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