Un punto de vista sobre la inmigración
Desde que la pandemia se ha convertido en la gran noticia, sino la única, que protagoniza los informativos, muchos temas parece que han desaparecido de las portadas de los medios de comunicación. No es para menos, la pandemia se ha llevado la vida de muchos por delante, además de haber hundido negocios y empobrecido a otros tantos. Pero ello no es excusa para olvidarnos de que el mundo sigue girando. Los problemas de antes siguen ahí y, el hecho de que no los veamos, no significa que hayan perdido su importancia.
España, por su situación geográfica y por su historia, es un destino natural para la inmigración, además de una puerta de entrada a Europa para muchos que buscan una vida mejor.
Es un tema que no deja indiferente a nadie, bien porque unos la sufren directamente en sus barrios y ciudades, bien porque otros tienen la obligación de buscar soluciones a los problemas que genera la llegada de cientos, sino de miles, de personas a las que hay que, cuando menos, alojar y alimentar. Y en medio de todo esto, nos encontramos con una multitud de opinantes que se mueven entre el buenismo de aceptar a todo el que viene, y los que opinan que hay que expulsar a todo el que entra de forma ilegal en nuestra tierra.
Todos estos puntos de vista no tienen en cuenta que la inmigración no es el problema en si mismo. La inmigración es una consecuencia de otros problemas que son los que la provocan. Así como la fiebre puede ser un síntoma de un resfriado o de una infección por coronavirus, un antipirético puede paliarla, pero no cura la enfermedad, las soluciones que se proponen desde cualquiera de los extremos tampoco son una solución al problema. Son parches que, obviamente hay que aplicar, pero que no resuelven la cuestión.
Las circunstancias que obligan a la gente a emigrar de sus países son diversas. Unos huyen de la guerra y de la persecución, otros buscan una oportunidad para mejorar sus condiciones de vida y, muchos son engañados por redes de tráfico de seres humanos con fines esclavistas o de explotación sexual.
Dudo mucho que alguien que arriesga su vida en una patera, lo haga de forma voluntaria. Dejar tu país, tu familia y tu entorno es duro. Más cuando tu supervivencia depende de ello. Por ello, tanto expulsar como acoger de forma indiscriminada no van a parar el fenómeno de la inmigración.
Para frenar el fenómeno migratorio hay que atacar las distintas causas. Tenemos que generar condiciones de vida dignas en los países de origen; evitar guerras o, al menos, actuar contra los agentes que las provocan, como los populismos y el terrorismo y; al mismo tiempo, luchar contra las mafias que se lucran con el tráfico de seres humanos.
Todo lo demás, el buenismo y el malismo, solo servirá para engañarnos a nosotros mismos, pero no arreglaremos nada.
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