Los niños de Mitrovica

 

Tomé esta foto en el año 2004, durante mi despliegue en Kosovo en el año 2004. Me encontraba en las afueras de Mitrovica y estos niños se acercaron al vehículo. Venían sin miedo, inocentes, curiosos. No pidieron nada. Le ofrecí unos caramelos que llevaba en el vehículo y al ver sus caras, no pude resistirme a hacer esta foto.

En la imagen no se ve el resto del paisaje: una zona rural, con casas a medio construir; pobre, sin llegar a miserable. Los serbios son muy orgullosos y, aun cuando les falte lo más indispensable, mantienen la cabeza erguida y la compostura. Pastaba alguna vaca delgaducha que no sé si sería capaz de dar mucha leche.

En aquella época todavía no había estallado la crisis económica en España y, comparado nuestro nivel de vida con el de los habitantes de Kosovo, podríamos considerarnos unos potentados. Sin embargo, en la cara de estos niños no se reflejaba pena ni tristeza alguna. Eran felices en su infancia.

Años después, en los tiempos que nos ha tocado vivir, me acuerdo de ellos y de la forma de afrontar la vida que tenían los serbios de Kosovo. Pasaban necesidad, sus vidas corrían peligro a cada instante (las revueltas y los enfrentamientos con los albano-kosovares eran constantes) y, a pesar de todo, afrontaban su destino con orgullo y esperanza, sin desanimarse.

No es que quiera minimizar los estragos que ha provocado la pandemia entre nosotros. Lo quiero mostrar es que la actitud lo es casi todo. La forma en la que nos enfrentamos a la vida, la manera en la que encajamos los golpes y, lo más importante, el modo en el que nos levantamos después de cada fracaso (lo que los cursis de hoy en día llaman resiliencia), son la clave para sobrevivir a las dificultades. Si enfrentamos los problemas cómo retos, no cómo obstáculos insalvables; si buscamos soluciones en vez de lamernos las heridas y autocompadecernos, las posibilidades de superar los problemas aumentan exponencialmente.

Seamos conscientes de la gravedad de la situación, pero no nos dejemos arrastrar por la desesperación. Todo eso me lo enseñó la mirada de estos dos niños.

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